lunes, 26 de noviembre de 2007

Legislatura 355. (5) H. Diputado Cardemil

Transcribimos la fundamentada, decidida y valiente intervención del H. Diputado señor CARDEMIL, quien fue el único parlamentario que votó contra esta iniciativa.
Su argumentación deja en evidencia el precario apego a la soberanía e integración nacional demostrado por nuestras autoridades centrales, quienes ante su incapacidad para solucionar los problemas nacionales. estan generando funestos precedentes que afectarán la condición de Estado Unitario de la Nación CHilena.
Transcribimos su intervención:

DIPUTADO CARDEMIL
El señor CARDEMIL.- Señor Presidente, quiero fijar una posición en esta materia, que seguramente va a ser personal, pero creo que vale la pena plantearla para que figure en la versión de esta sesión.
Comparto y participo absolutamente de la importancia de Isla de Pascua y de los territorios insulares, especialmente los del Archipiélago Juan Fernández, no sólo desde el punto de vista geopolítico y geoestratégico para el futuro del país, especialmente por su proyección hacia el Asia-Pacífico, que todos dicen es el escenario del futuro, sino también por sus particularidades y especificidades histórica, cultural e, incluso, racial. No tiene ningún sentido aplicar a Chile una especie de tabla rasa cultural, dado que es un país diverso, distinto. Indudablemente, todos sus modos de ser, sus etnias y sus culturas, especialmente las indígenas, las de los mundos precolombinos, tienen derecho a expresarse, a plantearse y a incorporar su historia y sus particularidades culturales a la gran historia del país.
Por lo tanto, comparto absoluta y completamente la necesidad de que Chile, como nación-Estado, se preocupe más de sus territorios, de sus posesiones insulares de lo que lo ha hecho en el pasado, lo que deja mucho que desear.
Sin embargo, también quiero dejar establecido que, en lo personal, desde un punto de vista de mi formación jurídica y de la historia de mi país, no me gusta la solución a que se ha arribado respecto de esos territorios insulares, la Isla de Pascua y el Archipiélago Juan Fernández.
Soy especialmente cuidadoso con la soberanía de la nación-Estado. Ha costado mucho formar a Chile, lo que ha sido posible gracias a que es un país unitario. Todos los especialistas dicen que es una especie de milagro geopolítico, ya que su soberanía ha sido conformada por una historia de esfuerzo y de sacrificio de muchos civiles y militares, de muchos héroes anónimos a lo largo de la historia, por lo que no es cuestión de aflojar estos lazos o estas amarras así como así.
Señor Presidente, en primer lugar, no me gusta el precedente. La idea del territorio especial es una institución exógena a nuestra realidad histórica, cultural y jurídica, ya que la estamos incorporando por primera vez a la estructura institucional. No me gusta el precedente. ¿Por qué éste va a ser un territorio especial y otras regiones u otras porciones del territorio nacional no pueden pedir este mismo estatuto en el futuro? Queda la pregunta abierta. ¿Qué respuesta va a dar el Congreso, los poderes colegisladores, a cualquier grupo de chilenos que también sea específico y particular- ya sea de Santiago o de cualquiera otra región del país, como de Maullín o de Alto Hospicio, que son localidades atrasadas, apartadas, sin conectividad y que tienen una realidad étnica diferente cuando pida esta declaración de territorio especial? Los precedentes se pagan caros en la legislación, y éste no me gusta.
En segundo lugar, no me gusta que se remita el gobierno de esos territorios especiales a una ley orgánica que no existe ni siquiera en borrador. En la Comisión se dijo que había un borrador que remitía el gobierno, la estructura, el modo de manejarse, las atribuciones de la autoridad en esta materia a una ley orgánica que no existe ni en la mente del legislador. Eso no me parece serio. Quiero decir con toda claridad, pero también con mucha firmeza que este Gobierno nos está acostumbrando a este tipo de legislación. Se modifica la Constitución para después estudiar una norma que llene el vacío. No me gusta legislar en blanco, como se está haciendo en este caso y como se ha hecho en muchos otros.
Por último, no veo para qué recurrimos a normas especiales, en circunstancias de que en nuestra tradición jurídica e histórica la forma de solucionar el problema. En Chile existen comunas, provincias y regiones. Si uno quiere ir subiendo la categoría de una parte del territorio o de un grupo de chilenos, bastaría con crear la región respectiva, solución que está a la mano y que resulta muy simple. No entiendo por qué no se ha explorado. No tendría ningún empacho en aprobar la creación de una región como corresponde en Isla de Pascua y en el Archipiélago Juan Fernández, con consejo regional de desarrollo, con intendente, con recursos, con representantes en el Senado. Ésa es la forma de alentar, de favorecer, de promover el respeto a los intereses regionales. Les aseguro que dos senadores en el Congreso que se preocupen especialmente de legislar a favor de los destinos de una región podrán sacarla adelante más rápidamente que con la remisión que hace el proyecto a esa institución ajena por completo a nuestra realidad jurídica, que no sabemos cómo va a operar y cuya determinación, repito, la estamos remitiendo a una hipotética y futura ley orgánica que no sabemos qué va a contener, quién la va a idear y que no sabemos si los diputados y los senadores estarán dispuestos a aprobarla.
Por lo tanto, aun cuando estoy absolutamente de acuerdo con que el Estado de Chile tiene que preocuparse de la Isla de Pascua y del Archipiélago Juan Fernández, considero que la solución que se está gestando es mala, por lo que la votaré en contra.
He dicho.

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